martes, 31 de mayo de 2011

Where I end you begin (The sky is falling in)



Al final las predicciones resultaron ciertas. El pastor, que salía en la televisión, tuvo razón. Llegó el día en el que pagan pecadores y justos se esfuman. Semanas antes escuché algunos de sus mensajes aunque sin darles mucho crédito. Siempre creí que hablar de la desaparición de la humanidad como el fin del mundo era una gran arrogancia.

Hoy en la mañana, después de una juerga en la casa de Pamela, me levanté agotado y, todavía con ciertos sabores agridulces, me serví un gran vaso de jugo de naranja. Mientras mi madre y mi hermana desayunaban, reparé en el calendario. El día había llegado. Sonreí pensando en lo ridículas que resultan las predicciones. Preparé un café bien negro. Me senté a escuchar la conversación que las mujeres tenían. Bajé la cabeza para mezclar el azúcar y al levantarla un destello me cegó y escuché con claridad la armonía de trompetas y arpas. Sin saber de donde procedía semejante sonido fijé la mirada en mi madre buscando una respuesta. Mientras alzaba sus hombros en ademán de no saber qué pasaba, su cuerpo se desvaneció poco a poco y terminó de desaparecer con un sonido seco. Mi hermana sufrió el mismo proceso aunque, al sostener un vaso de jugo en la mano en ese instante, el ruido del cristal al estrellarse con el suelo hizo que su desaparición fuese más dramática.

Recordé en seguida, que el predicador decía que las almas puras se irían a un lugar mejor mientras los impuros se quedarían a sufrir las peores ruinas. La armonía ha terminado. Bajo un cielo muy rojo espero desaparecer.